Sunday, July 14, 2013

La vocación del centro de Nogales

Ya veíamos en el artículo anterior de esta serie cómo la parte nueva de Nogales, la ubicada en términos generales al Sur del Centro Cultural Los Nogales (CECUN), vive en relación diaria con las maquiladoras, en general con la educación tecnológica, y que allí se encuentran las tiendas departamentales modernas, los centros de diversión y de cultura. En resumen, se trata de un nuevo Nogales alejado de su condición fronteriza.

Así, ahora dedicaré mi atención al antiguo Nogales, al más cercano a la frontera. La antigua vocación de este antiguo Nogales que por características propias de su geografía se halla precisamente en la frontera estuvo relacionada precisamente con ella. En esta zona se encontraban las tiendas de curiosidades de las que vivía gran parte de los nogalenses. También aquí estaba la antigua plaza de toros, hoy un edificio desmantelado debido a que su última corrida de toros ocurrió hace ya muchos años. En esta zona se encuentran, igualmente, muchos de los restaurantes, aunque no todos, que vivían del turismo estadounidense, y el principal de todos, la Caverna, actualmente también hoy ya desapareció. Es un Nogales que ha quedado desnudado de alguna función como zona urbana o de una vocación económica para el sustento de los nogalenses.

Y si nos preguntamos sobre el destino futuro de esta zona Norte de la ciudad, del Viejo Nogales, inevitablemente llegamos a la conclusión de que éste, sin duda, tendrá que radicar precisamente en su condición fronteriza, condición íntimamente relacionada con el turismo.

Sín embargo, las condiciones que promuevan a este turismo ya cambiaron. Hace ya varios años que se habla del turismo médico como atractivo local fronterizo, no únicamente de Nogales sino de toda la frontera de México con los Estados Unidos. Pero sea como sea, inevitablemente el turismo médico deberá también estar asociado con otras clases de turismo. Y es que sería poco menos que imposible que únicamente se desarrollara la oferta médica, dejando de lado a todo el potencial asociado que se relaciona con la oferta de lo nacional hacia el exterior.

De esta manera, a la dimensión médica será necesario agregarle otros atractivos, y lo que sigue lo digo por experiencia personal, ya que me ha tocado ser testigo del imán que constituye para el visitante ver una muestra sobre cómo se vive actualmente en esta frontera; una muestra de nuestro presente y a la vez de nuestro pasado.

Como inicio del inventario con que contamos, se debe de considerar que en el Viejo Nogales se halla el edificio del Museo de la Ciudad, un edificio cuya vocación futura deberá estar vinculada a la atención lo mismo del connacional que del turista, por lo que será necesario adecuar su uso a ambos: o sea convertirlo en un escaparate de lo nuestro para quien nos visite y a la vez una ventana reforzadora de nuestra identidad para el nogalense que entre a sus puertas. En otras palabras, deberá cumplir con esa función doble: escaparate nuestro para el turista y espacio de autocomprensión para el nogalense.

Y si cambiamos nuestra mirada hacia otras dimensiones de lo que podríamos ofrecer, tanto a nacionales como a extranjeros, tenemos que también nos sirve de una enorme ayuda el saber cómo surgió Tijuana al turismo, porque podríamos adoptar para Nogales los principios intemporales que hicieran famosa a la actual principal ciudad fronteriza entre México y los Estados Unidos.

Así, veremos que un factor importantísimo del atractivo tijuanense estuvo en el famoso Casino del Agua Caliente, y dentro de éste, deberemos recordar que gran parte de su clientela acudía a un restaurante que se hizo famoso, y así recordaremos el antiguo adagio: “al corazón se llega por la boca.”

Los menús del restaurante eran impresos diariamente con platillos que sumergían a los clientes en un escapismo romántico de la cotidianeidad foránea con tintes exóticos. Esto se debía a que diariamente se ofrecían al comensal guisados de venado con arroz silvestre, filetes de basa cubiertos de salsa “au vin blanc Silensienne,”  o bien para los desayunos se podía acudir a los huevos revueltos con cerebros de becerro. Sin embargo, no únicamente se ofrecían allí platillos que eran o aparentaban ser de la cocina internacional, sino que también la cocina mexicana reinaba como atractivo para quien deseaba explorarla. De esta manera, el chef que había sido contratado en Nueva York ofrecía igualmente machaca con huevos revueltos, enchiladas de pavo, chiles rellenos o bien pipián de pato en salsa de ajonjolí. Estas comidas usualmente iban acompañadas de una bebida de algún vino regional, como claret Santo Tomás o si el comensal era más exigente, de un champagne de la casa francesa Veive Clicquot, y como postre también podían acudir al  supuesto dulce mexicano de nieve de pitahaya.

Sin embargo, también deberemos tener en cuenta de que actualmente han cambiado las dietas, tanto la mexicana como la estadounidense. En el Sonora actual, el platillo tradicional de la carne asada con tortillas de harina de agua, a la que se le agregan salsa de tomate rostizado y frijoles refritos, cada vez más es reservada para días especiales en familia en los que el sonorense contemporáneo puede participar en ese ritual que revive “la sencillez de la vida del campo.”

Y es que la velocidad del Sonora actual también ha cambiado a nuestros platillos en lo que se conoce como nueva cocina sonorense. Es una cocina en la que los apremios obligan a que se consuman cuando mucho tacos de carne asada, de cabeza o de birria, o bien como símbolos de la creciente globalización en los alimentos, las pizzas y los hot dogs (al estilo sonorense o sinaloense), e igualmente vemos cómo curiosamente ocupa un importante lugar en nuestra dieta sonorense contemporánea el platillo japonés del sushi.  Al mismo tiempo, la dieta estadounidense abandona cada vez en mayor grado a las harinas y demás carbohidratos, aunque sería demasiado cansado extenderme sobre este tema.

Y como complemento de lo anterior, también deberemos considerar la oferta hotelística local, con atractivos que la hagan digna de nuestro nuevo México. Sin embargo, el espacio de este artículo es reducido por lo que únicamente hablaré aquí de la comida.

Por todo lo anterior, debemos de estar seguros de que el turismo médico no es suficiente como elemento interesante local sino que es necesario el estreno de otros atractivos nuevos. Entre éstos podría muy bien estar la apertura de diferentes escaparates de nuestra identidad contemporánea, los que se ofrecieran acompañados de platillos rediseñados con elementos globales, como lo es nuestra cocina sonorense actual, y que estuvieran simultáneamente adaptados a la nueva dieta del extranjero; podríamos lograr todo eso si aprovechásemos igualmente las capacidades nuestras, por ejemplo para diseñar esos platillos se podría acudir a las escuelas de gastronomía regionales. Y aquí hay que recordar aquel otro adagio nuestro: "Querer es poder."

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